martes, 26 de febrero de 2019

POEMAS Y CUENTOS
Ximena:
Alaia
Al escuchar Irak lo primero que nos viene a la mente es algo desagradable, bombas, muertes, gente sin hogar, refugiados, etc… y si en realidad eso es lo que sucede día a día, eso es en lo que nos convirtió el consumismo y la ambición de quienes manejan nuestro país, nuestro querido señor Barham Salih, miles de historias rotas y arruinadas en todo el país de una y mil maneras aunque existe una conexión entre  todas, terminan en sangre y horror.
Esta historia comienza en Irak, 2008, el día que nací. Mi familia, la familia más amorosa y unida de todo Irak, una familia numerosa, aproximadamente 24 primos, grandes y pequeños, 14 tíos, gente mayor educándonos en valores, creando personas honradas, con grandes propósitos y metas (cosa que sin saber, el futuro hermoso que siempre imaginamos nunca llegaría…) pero bueno no adelantemos esta historia. ¿En qué me quede?...Ah sí, mis abuelos, los más cariñosos que puedan existir, los domingos sin falta comida deliciosa en casa de la abuela y presumo que ella hace la comida más deliciosa. Tenía un restaurante, el más famoso del pueblo, miles y miles de personas iban a diario a ser testigos del maravilloso don de mi abuela.
Y pues si… básicamente así era mi vida, hablando en cuanto a la familia, pero en cuanto a amigos, tenía muchos amigos, siempre fui a una escuela de solamente niñas, nos enseñaban todo, aparte de conocimientos, ciencia y esas cosas, también aprendíamos de  religión hasta como ser mejores esposas. Mi salón era como de 28 niñas aproximadamente siempre trataba de apoyar a mis compañeras, aunque… no todo era bueno, seguido visitaba mi madre a la directora (cosa que no le gustaba nada y por su puesto a mi menos). Mi mejor amiga desde que tenía 5 años se llamaba Jazmín éramos tan unidas que incluso su madre decía que yo era su hija adoptiva, ella tenía un hermano más grande su nombre era Alan, era un chico muy atractivo, siempre lo observaba en secreto.
Y así fueron mis primeros años, todo iba bien pero tiempo después los cambios comenzaron, en casa cada vez se escuchaba más lo de “huir”, los adultos siempre decían que era mejor que nosotros no nos diéramos cuenta de lo que ocurría así que mientras ellos creaban el plan perfecto para escapar nosotros jugábamos (o al menos eso era lo que creían), realmente no entendía nada de lo que decían pero con los rostros aterrados y los llantos que venían desde la cocina de la abuela sabía que no era bueno de lo que hablaban. En la escuela cada vez iban más pocas, los últimos días que fui ya solo éramos 5, no me dejaban salir con nadie, rara vez veía a Jazmín, pues ella fue de las primeras en dejar la escuela.
Las cosas empeoraban cada vez más, era la cosa más terrible. Iba a la escuela pero no sabía si regresaría con vida, mientras estaba en clase intentaba prestar atención e ignorar el ruido de los bombardeos que iban destruyendo hogares, edificios y con ellos vidas, intentaba concentrarme pero era imposible al escuchar en la calle los gritos y lamentos de personas que en realidad no me comprendo cómo es que lograron escapar de la muerte segura. Al terminar la clase caminaba entre escombros y sobre cuerpos ya sin vida, era en verdad un escenario espantoso. Toda la noche se escuchaba la alarma pues el toque de queda incoaba desde las 6, aunque en realidad no lo respetaban, todo el día sin importar la hora había muertes, era imposible dormir cuando tienen tantas cosas en la cabeza, cuando ni siquiera tu hogar es seguro porque en cualquier momento pueden lanzar una bomba o misiles y destruir tu casa, ni siquiera saber si al día siguiente aun vea a mi padre, a mi madre o a mi hermano pequeño.
Así pasaron dos semanas cuando el primer integrante de la familia murió, el Tío Farad, un gran hombre en realidad fue una perdida muy dolorosa. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que cada vez estaban más cercas nuestra muerte.
Esa misma noche preparamos nuestras cosas para al día siguiente por la mañana   intentar salir de ese lugar. Esa noche no dormí ni un minuto, no dejaba de pensar que si algo salía mal podíamos morir todos, ser solo uno más en la montaña de cuerpos. La mañana siguiente mi madre llamó a la puerta de mi habitación, era la hora.
Nos pusimos en marcha, intentamos salir sin levantar sospechas pues nos matarían al instante es por eso que solo llevábamos 3 cambios de ropa puestos, en mi mochila de la escuela metimos comida para aproximadamente una semana pero en cantidades muy pequeñas. El viaje comenzó, hicimos algo así como 3 semanas de camino sin parar.
Y entonces, ¡Si hemos llegado, estamos del otro lado! Solo faltaba mi padre quien tenía un pie en el aire listo para cruzar y toda la familia junta, buscando un nuevo hogar. Pero claro… las cosas nunca salen bien para un refugiado. Y así fue, el último momento que vi a mi padre con vida, con un pie en el aíre, como un gran héroe que salvó a su familia.
Mi padre, un gran hombre que murió con honor, defendiendo a su familia. Perdí a mi padre, una perdida terrible, algo que una niña de 11 años nunca superará, pensar que llegaré al altar con la ausencia de mi padre, sin nadie que me acompañe al pasar por el centro de la iglesia, que todos estos años nadie secara mis lágrimas, nadie en quien recostar mi cabeza, sin un padre carioso que te de un beso de buenas noches o que en tus días malos te motive y aunque sepa que todo se va por un agujero negro sin salida, él siempre te dirá que todo es posible, que siempre existe una solución a los problemas, que pasaré todos estos años sin alguien a quien pueda llamar, padre.
Ver cómo nos separaba una montaña de tierra, tierra que asfixiaba cada parte de él, está muerto pero me aferraba a no dejarlo ir, sin nada que hacer, un  golpe que no está en nuestro poder, ver como quien tanto amé ya no ya no escuchara mis llantos y lamentos, no escuchará todo el sufrimiento de nosotros quienes quedamos, cosa que no le deseo a nadie, ni al peor de los enemigos, nadie merece ese sufrimiento.
Creo que es lo más egoísta quien con tal de poder y enriquecerse destroza todo a su vez, familias, pueblos enteros se llenan de rojo, de la sangre derramada por los fuertes guerreros.
Es fuerte y horrible pero…cuando eres una niña que se ha quedado sin padre, quien debe cuidar a los más pequeños, decirles con una sonrisa en cara “todo estará bien” mientras sabes que todos es un caos, que en realidad nada está bien, que disfruten su niñez, sus primeros años, años que no vuelven, que deben tener una ilusión.
9 meses después en “mi nueva vida”, una oportunidad nueva, con personas buenas, muchos amigos por hacer, eso era lo que mi madre nos decía, aunque yo sabía que era una manera de sobre llevar el dolor. Pero a mí me resultaba imposible presentarme y en mi mente pasar todo el escenario de lo antes vivido.  “Mi nombre es Alaia, si soy una niña refugiada, hui de mi hogar con la ilusión de una mejor vida, pero dime… ¿Es posible empezar una mejor vida sin un padre, existe acaso alguien que pueda seguir de esa manera?”.
 Y así es como comienza la historia de mi vida, una vida que no le deseo a nadie.

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